Por dónde empezar, mmm hay mucha tela qué cortar.
Me leo, me releo y hay páginas enteras que me suenan a años luz de distancia, a que fue otra persona la que las escribió.
Hablo de encontrar la paz mental luego de la ruptura, mmm pues ahí sí que parece que no ha pasado un día, la sigo buscando, con menos convicción, está como que bien escondida.
Hablo del doctorado, ahh, en eso sí que avancé, estoy acá desde hace un año y ahí vamos.
Hablo de estar rodeada de gente querida, y bueno, me rodeo de gente querida, aunque la más cercana y añorada está lejos, geográficamente distante, a ratos, en algunos casos, la distancia es más que geográfica, hubo muchas rupturas en el camino.
Hablo de dejar todo excepto los gatos, y en efecto, vine hasta aquí con mis gatos, ellos son los compañeros de aventura incansables, cariñosos; el balance en el desbalance, el amor en el desamor.
Hablo de soledad y pues sí, la soledad está, pero la entiendo como parte de los procesos, como la soledad necesaria, esa que me hace falta para escribir, para pensar, para dormir, para nutrirme de otras tantas cosas.
Estoy en el más acá, más acá, donde alcanzo poco a poquito la paz tan ansiada. En el más acá, donde no recibo demasiados abrazos, donde aprendo a vivir sola sin familia, sola sin las mejores amigas, sola sin mis vecinos favoritos, sola con mi soledad.
Estoy en el más acá, aprendiendo a lidiar con mis fantasmas y con mis necesidades.
Estoy en el más acá, aprendiendo sobre la muerte.
Estoy en el más acá, en donde aprendo a querer mi cuerpo, a entender las necesidades, a que estar sola es difícil en la medida en que aprenda a resolver mis conflictos, a enfrentar mis temores.
Estoy, estoy aprendiendo de mis debilidades, extrañando espacios, personas, aromas, momentos.
Aprendo, abro la mente, aprendo a reaprender, entiendo mis necesidades y mis procesos.
Aprendo sobre mis miedos profundos y sobre eso que no soporto, aprendo sobre la gente de la que me quiero rodear y sobre la capacidad que tengo de querer a la gente y desprenderme de ella en ciertos casas y aprendo también que la gente se equivoca una y mil veces y en algunas ocasiones aprende, aunque en la mayoría el error no haya servido de nada.
Aprendo a comprender a mis papás y a verlos a distancia, aprendo a respetar ciertas decisiones y procesos.
Entiendo que elijo a la gente de la que me rodeo, a la familia urbana, con una dureza sin límites, y que eso es costoso.
Y así, un año y un mes por aquí.