miércoles, 24 de septiembre de 2008

El tiempo odioso e inescrupuloso

Ya no hay tiempo, el tiempo no alcanza. Quiero hacer mil cosas, ponerme al día y alcanzar a trabajar, corregir, preparar clases, charlar con la gente, chatear con los amigos a los que no veo porque viven en otras latitudes, ver a los amigos que están aquí pero con los que ya no coincido por estar tan metida en mi vida y mi rutina. Quiero tiempo para leer, ver películas, retozar con el gato, ver a los sobrinos, charlar con mi madre, visitar a mi padre, ver a la familia.

Quiero tiempo para pasear e ir de viaje, para montar bici y trotar en las mañanas, para aprender un idioma (mandarín, por ejemplo).

Y sobre todo quiero tiempo para amar.

Llego a la casa luego del gym, alas 6 pm. y lavo mi ropa a mano (la delicada, por supuesto), que es una tarea siempre pospuesta. Pienso en que mañana cumple años mi hermano (35), pienso en un detalle para él, una carta, algo especial, algo que no haya hecho antes.
Pienso en mi clase de mañana, la planifico.

Quiero ver a la vecina y su hija, a las que ahora veo casi a diario pero por solo unos minutos.

Pienso en mi amiga S., con quien estamos en algo como un stand by que quién sabe cuánto durará.

Pienso en mi error ayer al desearle feliz cumpleaños a un amigo que cumple años en un mes. Recuerdo que JC cumplía años este mes, no recuerdo la fecha.

Pienso en mi prima, en que ya no nos hemos encontrado en el chat, en que no sé nada de ella, en que uno se distancia sin querer, otra vez por el tiempo y la rutina.

Pienso en mi amigo D., a quien quiero tanto y con quien chateé ayer un poco. Él dice que teme perder a los amigos que dejó aquí, que teme ser olvidado. Yo le digo que no, que de eso no debe preocuparse, pero luego de charlar con él pienso que eso es tan ambiguo. Es cierto que cuando venga, el cariño estará ahí, porque somos amigos muy cercanos; sin embargo no saber nada del otro por un largo tiempo lo saca de tu vida sin querer. Cómo le cuento todo lo que me pasa ahora. Él dice que extraña los cafés de la tarde en mi casa, las charlas, y entonces yo recuerdo los cafés y las charlas y también los extraño.

Paso más horas con mis alumnos en clase que con mis amigos, y esa es solo una consecuencia de la vida adulta no. Le dedicamos harto tiempo al trabajo.

Afortunadamente almuerzo un par de días en semana con mi amiga A. en el trabajo y eso me relaja. Hablamos de las clases, de nuestras vidas, de los amores; no hay tema sobre el cual no hablemos.

Pienso en cómo puede cambiar tanto en poco tiempo, incluso la odiosa rutina, que la verdad por ahora no me parece tan odiosa ni rutinaria, acepto que es porque aún no me acostumbro a ella.

“porque en UIO, aquí no existe nadie…”

escucho la canción mientras escribo y pasan por mi cabeza cientos de ideas. Nunca tuve tanta curiosidad por cómo funciona esta ciudad como ahora. Empiezo a preguntarme cosas que antes pasaban inadvertidas. Me doy cuenta también de que uno cree no cambiar, cambiar poco, y que de repente ha cambiado mucho en muchos aspectos y en otros no, nada, nadita.
Soy otra y la misma, y suena extraño pero es así. Me acuerdo de cuando estuve en Madrid, de cómo me sentía ahí, de todo lo que experimenté… y me veo ahora y veo una gran distancia, y siento que los años de verdad han pasado, afortunadamente han pasado.
Pienso en las decisiones que he tomado, en los caminos, en los amigos que me he encontrado en ese camino, y me quedo gratamente asombrada.

Madrid es mi amiga Ana, mi amiga Majo, mi amiga Consuelo.
Mi primer trabajo al volver me dio a Olivia y a mi tan querido amigo Pabli.

Terminar mi relación con E. me dio a la Fer, a G., y a un montón de nombres de hombre que me han acompañado en estos años, unos más de cerca que otros.

En el trabajo me encontré con los peques, con quienes los días son más amigables y festivos, siempre hay algo que celebrar, siempre hay un motivo para verse, siempre hay un partido de fútbol, un paseo, una parrillada o un juego de 40 en Quito o en la playa.

Y así han pasado estos años en los que he sido más conciente que nunca de cada cosa que he hecho, de cada paso que he dado. He buscado el equilibrio, lo he encontrado y vuelto a perder. Me he enamorado un par de veces como quinceañera, he disfrutado de las relaciones, he llorado un poco después. He aprendido a no enamorarme tan rápido, a bajar la velocidad y el desenfreno. Ahora sé, por ejemplo, que no puedo manejar cierto tipo de relaciones. Sé qué me hace perder el balance. Algo que he perdido un poco es la ingenuidad, y de verdad espero no seguirla perdiendo, porque ser ingenua me hace confiar, y me gusta confiar.

También he aprendido que a veces las relaciones se terminan porque ya no hay más para dar o recibir. En estos años he perdido a un par de amigos importantes, y he dejado que otro par vuelva a mi vida, así que también me queda claro que hay relaciones que solo requerían de unas largas vacaciones.

Durante un tiempo preferí el blanco y el negro, cero degradé, cero colores, cero medias tintas, ahora acepto con más facilidad las otras opciones, las acepto y me adhiero a ciertas gamas de color, pero a otras definitivamente no llegaré.

Tengo más facilidad para comunicarme con los extraños, soy más expresiva y directa, me ruborizo un poco menos que antes, jaja, he ahí la pérdida de la inocencia.

Y así, en todo eso pienso mientras lavo la ropa en el baño, mientras oigo mis 100 canciones favoritas, mientras pongo algo de orden en la casa, mientras le pongo la comida al gato y pienso en el cumple de mi hermano.
Ya son las 7 pm y vuelvo al trabajo, a terminar un capítulo del libro que leo ahora para una clase.
Voy a colgar la ropa que dejé en la lavadora y me voy, escuchando una canción de U2 y aceptando que sigo escuchando la misma música que hace 3 años, pero que también escucho otra que era absolutamente desconocida para mí entonces. Y que esa es una muestra más de que cambiamos sin cambiar, eso deber a lo que los adultos le llaman “crecer”, será?

2 comentarios:

Ti. dijo...

hace un mininuto me caban de preguntar si volveré a lo que yo respondí no sé.

Tengo miedo como tu amigo D la gente cambia, uno cambia y yo tengo el recuerdo del Quito que deje y no estoysegura de que lo quiera diferete aun que ya lo es con el simple hecho de que no este ahí.

no sé si esto viene realmente al caso pero bueno así salío

Olivia dijo...

Ay, mi querida Lilit, me gustó mucho lo que escribiste. No sé, me imagino que algo así debe ser crecer, pero sobre todo crecer, según yo, ese saber darse cuenta de que todas las cosas pasan por algo y que cada una te deja una enseñanza. Eso, chuta, yo mientras lavo la ropa no pienso en lo que es nada jeje. Un abrazo y qué bueno habernos topado en el camino y haber tenido el chance de compartir taaaaaantas cosas.