La tarea de la semana, la que llevo días evadiendo, semanas, meses, años ya, consiste en despedirme definitivamente de él.
Me he negado a escribir, a entrar al blog, a tener tiempo, porque la sola idea me entristece enorme y profundamente.
No sé qué me entristece, no tengo clara la película. Pienso que, tal como hablaba con un amigo que ahora está leyendo a Lacan, a ratos lo que una extraña es la imagen de una misma cuando era parte de una relación, de esa relación, cuando estaba de a dos, con esa persona. A ratos creo que eso es lo que extraño, pero en otros momentos es tan evidente que lo extraño a él, con sus amores y horrores, a él. Me he puesto a pensar qué ha hecho que yo me quede colgada de esa relación fantasma, y me cuesta encontrar razones, es irracional esto de amar a alguien y luego más irracional todavía querer dejar de querer.
Lo que sí tengo clarísimo es que esa relación me lastimó mucho, me debilitó e hice cosas y sentí cosas horribles, me vi como un monstruo, como no quisiera volver a verme, y lo que me ha entristecido también es la sensación de que desde que se terminó me entristecí tanto que dejé de ser yo para ser una sombra y me ha costado mucho tiempo, varias relaciones amistosas y bastante esfuerzo recomponerme.
Vine hasta aquí para cerrar ese capítulo, estoy donde estoy por esa búsqueda de cierre y parecería que finalmente llegó el cierre y a lo mejor me cuesta salir definitivamente de aquí, de este hueco porque es lo que conozco, se convirtió en mi tierra firme.
A partir de salir de mi zona de confort y llegar acá buscando el doctorado y el cierre de esa relación muchas circunstancias cambiaron, supongo que yo misma he cambiado muchísimo, solo que todavía no es tan obvio para mí.
Dejé mi trabajo, mi casita rentada de tres pisos, grande, con patio, con vecinos maravillosos, dejé a mi familia querida, a mis amigas, amigos y relaciones más próximas, todo lo que había construido en décadas, en años. Y acá estoy, con una buena fortuna impresionante, viviendo una historia que había dejado de vivir por más de diez años, cuando por otra ruptura decidí no hacer un doctorado fuera.
Ahora lo estoy haciendo, me reconfiguro a partir de ese proyecto, me reconozco en la escritura, en la investigación, en una ciudad inmensa, lejos de lo conocido y lo seguro. Acá empecé de cero, nuevas amigas, nuevos amigos, nueva familia urbana, nuevas necesidades y prioridades.
Trato de entender, sigo tratando de entender que las relaciones se terminan sin culpables, sin víctimas o victimarios. Trato de ver todo en perspectiva, trato de ser consciente de que los sentimientos y las personas son volubles e inmanejables, que no todo es cuestión de voluntad y que en una relación se necesita que esos dos se encuentren y quieran hacer un camino por senderos cercanos y que eso es difícil de hallar, hay que coincidir tanto, en tiempos, en energías, en paciencia y eso es difícil de hallar.
Tengo miedo de no volver a encontrar a alguien para compartir la rutina, la que me gusta tanto, el desayuno, la cama, los amigos, los domingos, los gatos. Tengo miedo de haber tomado las peores decisiones. Tengo miedo de no volver a sentirme comprendida como me sentía a su lado, porque sí, tuvimos momentos malos pero los que atesoro son los generosos, los del cariño y la camaradería, los de la construcción, los de volverse la familia del otro, conocer su cuerpo de memoria, rememorar su olor, sus besos, sus caricias, sus carcajadas, su manera particular de hablarles a los gatos, de cuidar las plantas, de cocinar generosamente, de mimar a mi familia. Eso es lo que extraño y lo que para mí encierra los mejores momentos, los que atesoro y no me han permitido cerrar y dejar de cargar el pesado lastre.
Me siento orgullosa de mí, de haber volado lejos siguiendo dos sueños, el que me ayudó a reconstruirme y el que no. Me aplaudo por haber conseguido beca, por haber sido aceptada en el posgrado, porque me va bien, porque tengo un departamento bonito y bien ubicado, por haberme traído a los gatos, por tener amigos tan bonitos acá, por dejar que la ciudad me enseñe a vivirla.
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